Estamos en fechas en que se celebra la vida, en que se celebra un nacimiento, el misterio insondable de la Encarnación del Hijo de Dios. Sin embargo, más que nunca estamos cercados por la “cultura” de la muerte. En España mientras estamos distraídos con la vacuna y con las cepas y anestesiados con un miedo irracional y paralizante nos han metido la ley de eutanasia y suicidio asistido más terrible de lo que podíamos si quiera imaginar en nuestras peores pesadillas. En Argentina la ley del aborto más espeluznante que un país manifiestamente provida y ejemplo de lucha podía siquiera sospechar.
Todo esto me hace pensar, ¿por qué las elites mundiales tienen esa obsesión por matar? ¿Por qué a toda costa quieren disminuir la población? ¿Qué ganan? Evidentemente hay motivos económicos detrás, es más barato asesinar a nuestros ancianos y enfermos que cuidarlos y pagarles pensiones, es más barato abortar que ayudar a la familia. Es muy rentable el negocio de la muerte, pero no puede ser ésta toda la explicación. Principalmente porque esa supuesta rentabilidad es muy cortoplacista, la población es riqueza, los países sin población no pueden ser ricos, sin reemplazo generacional no se sostiene la economía y en un último término más personas, más mercado, más consumo.