Ciudad del Vaticano 22 de marzo 2015
''No es fácil acercarse a un enfermo. Las cosas más bonitas de la vida y las cosas más miserables se reservan, se esconden. El amor más grande, uno intenta esconderlo por pudor, y las cosas que muestran nuestra miseria humana, también intentamos esconderlas por pudor''. Con estas palabras se dirigió ayer tarde el Papa a los enfermos que encontró en la Basílica del Jesús Nuevo, explicando que para encontrar a un enfermo hay que ir a verle, porque el pudor de la vida lo esconde. ''Cuando nos encontramos con enfermedades que marcan toda una vida -añadió- preferimos esconderlas, porque ir a encontrar al enfermo es ir a encontrar nuestra propia enfermedad, esa que llevamos dentro. Es tener la valentía de decirse a uno mismo, ''yo también tengo alguna enfermedad en el corazón, en el alma, en el espíritu. Yo también soy un enfermo espiritual''.