Lic. Marlene Gillette-Ibern, Esq.
Asesora Legal
Human Life International
¡Por fin llegaron las Navidades! Ya en medio de las fiestas de esta temporada navideña con la alegría que siempre caracteriza esta sagrada época.
¿Y de qué se trata la Navidad? Es el tiempo en que celebramos la llegada del Divino Niño Jesús a nuestras vidas. También llegó a las vidas de los Santos Reyes Magos del Oriente por quienes les guardamos una muy especial devoción.
Se sabe de los Reyes Melchor, Gaspar, y Baltasar, quienes le trajeron al pequeño Jesús los regalos de oro (símbolo de su realeza), incienso (símbolo de su divinidad), y mirra (símbolo de su sacrificio).
El Papa Emérito Benedicto XVI, en el tomo titulado La infancia de Jesús (2012) que es parte de su serie de libros titulados Jesús de Nazaret, describe a los Santos Reyes Magos como ‘buscadores de la verdad’. E indudablemente es muy significativo que Belén, el pueblo en Palestina donde nació Jesús, significa ‘La casa del pan’.
Poco se sabe del cuarto Rey Mago. Según la tradición, su nombre era Artabán. Nos cuenta el Padre Juan García Inza de España, en la revista digital católica Religión en Libertad de enero 2018, que los cuatro Reyes Magos habían acordado encontrarse en Mesopotamia. Desde allí, partirían hacia Belén, siguiendo la estrella que los llevaría a conocer al Infante Rey.
Artabán llevaba consigo, como su regalo que depositaria frente al pesebre, unas piedras preciosas, que probablemente simbolizaban las virtudes. En el camino hacia el punto de encuentro, Artabán se encontró con un anciano enfermo, a quien socorrió. Debido a ello, Artabán llegó tarde para el encuentro con sus compañeros. No obstante, Artabán siguió el camino trazado. Cuando llegó a Judea, se encontró con la Matanza de los Santos Inocentes. De inmediato, se vio frente a un niño que intentaba huir de uno de los soldados del rey Herodes; y a aquél le ofreció una de las piedras preciosas para que dejara vivir al niño. Por sus acciones, Artabán fue arrestado.
Su encarcelamiento en el palacio de Jerusalén duró treinta y tres años. Al salir de la cárcel, Artabán se enteró de que en Jerusalén se crucificaba a un hombre que decía ser el Mesías. Artabán no tuvo la menor duda de que se trataba del Infante Jesús a quien siempre quiso conocer. Fue hasta el Monte Gólgota donde allí, por fin, se encontraron el cuarto rey mago y el Hijo de Dios.
Artabán defendió la vida del anciano enfermo y del niño perseguido. Ello le mereció la vida eterna, junto a Jesús.
Mantengamos, entre los santos patronos del movimiento católico por la vida y la familia, al cuarto rey mago Artabán. Sin duda, este santo nos va a ayudar a promover y defender la vida, desde la concepción hasta la muerte natural.
Hagamos de la Navidad, como lo hizo el cuarto rey mago Artabán, un camino de encuentro con Jesús, por medio de nuestra santa obra misional.
Marlene Gillette Ibern es asesora de VHI en temas jurídicos relacionados con la vida y la familia, además de ser miembro de la junta directiva del Centro Guadalupe Vida y Familia, organización que está afiliada a VHI en Puerto Rico.