Cecilia E. Rodríguez Galván
Asesora de REDESSVIDA
Programa de Vida Humana Internacional
Es difícil no estar feliz en esta época que nos regresa a un tiempo lejano, a un país lejano, a un sitio divino.
Por todas partes la Navidad sigue en el aire, se siente la fraternidad, o al menos eso es lo que dice la mercadotecnia…pero en el interior de los hogares, donde la intimidad nos descubre nos encontramos con nosotros mismos, en familia.
Cristo ha nacido, una familia se ha integrado, un hombre, santo varón, ha confiado en la Palabra de Dios, en su emisario que le indica que “debe” resguardar a Aquel que viene, y a la mujer que le lleva en su seno.
Cristo ha nacido, y una mujer “llena de Gracia” ha sucumbido ante la majestuosidad de un anuncio, y ha confiado también, en Aquel que viene a salvar a su pueblo. Y ese mismo Aquel es quien le hace “arca de la Alianza”, “puerta del cielo”, “estrella de la mañana”. Su confianza es una sola palabra “fiat”, hágase. Y por esto que el cielo se regocija y la tierra espera.
Cristo ha nacido, en un pesebre, la fría noche, una corte de ovejas y pastores, y unos extraños de fuera son los afortunados que reciben el mensaje: El Salvador, el Emmanuel, Dios ha nacido.
Y Cristo ha nacido, entre hombres sí, pero sobretodo y antes que todo ha nacido en Familia.
La Iglesia celebra el nacimiento de quien ha venido a salvar a los hombres y la tierra se estremece por siglos con este anuncio, bailan, festejan, recuerdan, atraen a los queridos, acogen a los extranjeros, abrazan a los olvidados, y en todas partes el anuncio es el mismo: “ha nacido el Salvador, Luz para alumbrar a las naciones”.
El frio de esa noche no pudo contener el calor del nacimiento del Rey del mundo, la pobreza no opacó la verdad de su realeza, Cristo el Señor, un niño en un pesebre, acogido en familia iluminó al mundo.
Los siglos han visto rememorar esta historia, uno tras otros los países han conocido la Verdad de su divinidad y su humanidad. Han acogido al niño, en Familia.
La sagrada familia es un don que ese día se realza, que ese día recibe su verdadera dimensión, un hombre y una mujer que se abren a la vida de forma tan singular. Dios les entregó un hijo, lo acogieron, le cuidaron y resguardaron adhiriéndose al plan salvífico de Dios, cuidándolo hasta la muerte. Ellos reflejan un modelo estupendo de familia. Ellos se toman muy en serio lo humano.
Y unos días después de la conmemoración de ese suceso excepcional nos recuerdan la maravilla del Amor humano, donde José cuidara a María y María cuidara a José renunciando ambos a intereses quizá personales distintos, incluso con miedo. Esto indica un amor generoso, y es admirable el que ellos pudieran amar de esa manera.
El primero en reconocer a este bendito Niño es otro niño en el seno de su madre Isabel, Juan salta de alegría al reconocer a su Salvador, María se postra ante Su presencia y José se dedica a resguardarlo.
En esta época donde la Natividad se hace borrosa por las fiestas, donde se opaca con intención absoluta la verdad del suceso histórico y sobrehumano, Dios nos recuerda en la quietud de la noche la verdad de la Familia, la entrega absoluta y humilde a la promesa del Señor que sigue creyendo a la humanidad. Él vuelve a nacer, y lo hace en familia y estará con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.
Bendito sea Dios.
Que el tiempo de Navidad nos permita recordar la escena maravillosa que ha partido el tiempo en dos y nos haga valientes heraldos de Aquel que naciendo en un pesebre da razón a nuestra historia.