Autor: Miguel Manzanera SJ
En el Arzobispado de Cochabamba, Bolivia, el pasado 4 de mayo de 2015 se inauguró el proceso de investigación sobre un presunto milagro atribuible a la Beata Nazaria Ignacia March Mesa. En el caso de aprobación por el Papa se procedería a su canonización, es decir al reconocimiento como Santa en la Iglesia Católica. A la espera de que esto suceda, exponemos una breve biografía de ella
Nazaria nació en Madrid el 10 de enero de 1889. Fue la cuarta hija, de un total de 11 hijos, de Don José, empresario, y de Doña Nazaria. A los seis años la familia se trasladó a Sevilla. Allí Nazaria y su hermana melliza ingresaron en el Colegio de las Agustinas Comendadoras del Espíritu Santo, despertando en Nazaria el deseo de ser “misionero jesuita” para ir a lejanas tierras siguiendo el ejemplo de San Francisco Javier.
A los nueve años recibió la Primera Comunión. En la víspera quiso pasar la noche en vela orando, pero se durmió y en sueños vio a Jesús cargando con la cruz que la llamaba a caminar con Él. Nazaria le respondió: “Te seguiré Señor lo más cerca que pueda una humana criatura”, marcando así la trayectoria de su vida. En octubre de 1902 ingresó como laica a la Tercera Orden de San Francisco.
Por razones económicas la familia March se trasladó a México. Allí en 1908 Nazaria ingresó en la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados y fue enviada a España para el noviciado y los primeros votos. A finales de 1912 la destinaron con otras compañeras a Oruro, ciudad minera de Bolivia, para fundar un asilo de ancianos. Allí emitió sus votos perpetuos el 1 de enero de 1915.
Según la costumbre las Hermanitas salían a la calle para pedir limosna y poder atender a los ancianitos internos. En estas salidas Nazaria se dio cuenta de la lacerante situación en la que vivía la gran parte de la población por la pobreza: el analfabetismo, la desocupación y la marginación que afectaba sobre todo a los mineros y campesinos y especialmente a las mujeres. A todo eso se añadía la ignorancia religiosa.
Durante unos ejercicios espirituales en 1920, Nazaria sintió que el Señor le llamaba para fundar una congregación religiosa femenina que sería la primera en Bolivia. En una visita al Beaterio de las Nazarenas (antigua propiedad de los jesuitas, expatriados en 1767), experimentó una gran repugnancia interior y deseos de salir pronto de la casa en ruinas. Pero escuchó que Jesús Nazareno le decía: “Nazaria, tú serás fundadora y esta casa tu primer convento”.
Durante unos años más, resistió contra ese llamado, pensando que era una tentación, pero el Señor la fue guiando hacia el nuevo camino. Con la aquiescencia del Sr. Internuncio Apostólico y de los Obispos de Oruro y de La Paz, Nazaria dejó a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados e inició la fundación de una nueva congregación religiosa con el nombre de Misioneras de la Cruzada Pontificia.
El carisma fundacional, inspirado en Santa Catalina de Siena y en san Ignacio de Loyola, es el seguimiento de Jesús, para constituir una cruzada de amor con la finalidad de defender a la Iglesia bajo la autoridad del Papa “el dulce Cristo en la tierra”.
Sobresale el amor a la Iglesia, a su cabeza visible, el Papa, y la acción evangelizadora se expresan en la fórmula de profesión. A los tres votos clásicos de pobreza, castidad y obediencia, se añaden el voto de obediencia al Papa para mayor unión con él, y el de trabajar por la unión y extensión del Reino. El objetivo y las metas propuestas por Nazaria son audaces: “Buscar la gloria de Dios y la salvación de las almas mediante la propagación del Evangelio, en cuanto sea permitido al sexo femenino, formando un nuevo sacerdocio, un nuevo apostolado o diaconisado femenino”.
El nuevo Instituto es “esencialmente misionero” y no está limitado a un sólo campo de acción, sino que las hermanas cumplirán lo que los Obispos diocesanos les ordenen para mejor servir a la Iglesia. De esta manera Nazaria lanzó la consigna de “salir a la calle”, novedoso en las congregaciones religiosas femeninas, hasta entonces más centradas en la vida conventual y en obras concretas de educación o de atención sanitaria.
Después de recibir la aprobación de la Santa Sede, el Obispo de Oruro, Mons. Abel Antezana, erigió canónicamente el nuevo Instituto en 1927. Las hermanas atendían a las niñas pobres, enseñaban a las mujeres en una escuela nocturna y en un taller de costura. Enseñaban el catecismo en las parroquias y en las cárceles, Para paliar el hambre fundaron la “Olla del Pobre”. En 1932 Nazaria impulsó la creación de la “Liga católica de Damas Bolivianas” que tenía por fin el mejoramiento religioso, moral, cultural y económico de las mujeres de las clases pobres y obreras. Se la considera como el primer “Sindicato de obreras” en Latianoamérica.
Gracias a Nazaria creció la Congregación. En 1933 tenían casas en Oruro, Cochabamba, La Paz, Potosí y Santa Cruz de la Sierra. Más tarde fundaron en Buenos Aires y en Uruguay. A pesar de su quebrantada salud Nazaria viajó a España en 1935 abriendo otra casa en Madrid. Iniciada la guerra civil española estuvo a punto de ser fusilada en 1936 y volvió a Sudamérica al año siguiente.
Sin embargo al poco tiempo regresó a España para consolidar la obra en Málaga y en Madrid. Retornó a Buenos Aires en 1942. Aunque deseaba seguir activa, se agravó su enfermedad crónica del corazón y, además, le diagnosticaron pulmonía, muriendo santamente el 6 de julio de 1943, a los 54 años de edad. La Congregación fue reconocida por la Santa Sede en 1947 con el nombre de Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Los restos de la Madre Nazaria, enterrados en Buenos Aires, fueron trasladados en 1972 a la casa de Oruro, donde permanecen incorruptos, siendo un lugar de incesante veneración por muchos fieles.
Nazaria fue proclamada Beata por el papa San Juan Pablo II en Roma el 27 de septiembre de 1992, celebrándose su festividad el 6 de julio. Por todo ello esperamos que sea favorable el actual proceso de investigación de una curación extraordinaria, atribuible a la intercesión de Nazaria. Así tendremos la alegría de venerar como Santa a una mujer que con su vida ejemplar santificó las tierras bolivianas y sudamericanas, especialmente en Oruro.