Autor: Miguel Manzanera SJ
El misterio pascual tiene su momento culminante en la resurrección de Jesús. En la cruz entregó su vida por nosotros cumpliendo con toda justicia, por eso Dios Padre lo justificó y lo glorificó dándole su Rúaj Santa, como expresión de su misericordia. El cadáver de Jesús, al tercer día de estar yacente en el sepulcro, resurgió tal como Él mismo había profetizado. Fue vivificado, resucitando con su alma humana, unida para siempre a la Rúaj Divina, y recobrando la categoría propia del Hijo de Dios que en la encarnación quedó anonadada (Fil 2, 6-8).
Ese mismo día Jesús confirmó en la fe a sus apóstoles formando con ellos la primera comunidad de la Iglesia. Después de tranquilizarlos con el saludo “Paz a vosotros”, les mostró sus manos y el costado con las marcas de la crucifixión y muerte. Incluso comió delante de ellos para convencerles de que se no trataba de la visón de un fantasma ni tampoco de una alucinación, sino que era el mismo Señor que murió en la cruz (Jn 20, 18-23; Lc 24, 36-49).
Luego repitió su saludo y pronunció el envío apostólico: “Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros” reafirmándoles en su misión. Al mismo tiempo realizó una acción llena de simbolismo místico. Insufló su Aliento en sus discípulos y les dijo: “¡Recibid ’Rúaj Santa!’. A quienes perdonéis los pecados les serán perdonados y a quienes se los retengáis les serán retenidos” (Jn 20, 22s).
Este misterioso gesto merece un comentario. El Evangelio de Juan utiliza el verbo griego “enfysáo”, que literalmente significa “soplar dentro” o sea “insuflar”, dando a entender que Jesús les transmitió su mismo aliento divino. Para entender ese simbolismo sacramental ayuda el relato bíblico de la creación cuando YHWH Elohim insufló su aliento de vida en las narices del Adam de barro para constituirlo como ser viviente (Gn 1, 2; 2, 7). Jesús resucitado transmitió a sus apóstoles la Rúaj Divina para que renazcan a una vida nueva, tal como quiso explicar a Nicodemo (Jn 3, 6).
Con ello Jesús cumplió también la promesa de no dejarles huérfanos. La Rúaj Santa cuidará de ellos como una madre (Cf. Jn 14, 16-18). De esta manera se realizó la inhabitación del Espíritu de la Verdad, la Caridad y la Unidad en sus discípulos, prometido en la Última Cena (Jn 14-17). Jesús realizó también la promesa hecha a los apóstoles de darle las llaves del reino de los cielos con la facultad de perdonar los pecados, de atar y desatar, extendida luego a los demás apóstoles (Mt 18, 18; 16, 9).
Se trata, pues, del nacimiento de la Iglesia, que se hará más patente a los 50 días en la fiesta de Pentecostés, donde los apóstoles con la Virgen María y otros discípulos recibieron de manera espectacular la Rúaj Santa (Hch 2, 14), saliendo a predicar con toda valentía y sabiduría el Evangelio del Señor. De esta manera se constituyó la Iglesia evangelizadora y misionera, fruto de la Nueva Alianza con Dios, que Jesús selló con su sangre en la cruz, derrotando al maligno, señor de la muerte.
La Iglesia Católica celebra esa primera transmisión de la Rúaj Santa el domingo siguiente al de Pascua. Providencialmente el Papa Juan Pablo II, ahora ya Santo, dispuso en el año 2000 del Gran Jubileo que ese domingo fuese la Fiesta de la Divina Misericordia, proclamando al mismo tiempo Santa a María Faustina Kowalska, quien recibió ese encargo del mismo Jesús.
Esta devoción se está difundiendo cada vez más en todo el mundo, gracias también al famoso cuadro de Jesús bendiciendo con su mano derecha a los fieles y señalando con la otra su corazón abierto del que brotan dos rayos luminosos. El rayo rojo representa a la justicia, simbolizada en la sangre que borró los pecados de la humanidad y que nos alimenta en la Eucaristía. El rayo blanco azulado representa la misericordia maternal de la Rúaj Santa, simbolizada por el agua que brotó del corazón de Jesús con la cual renacemos, lavados de todos los pecados a través de los sacramentos del bautismo, prolongado en la confirmación y en la penitencia.
Por eso la Iglesia ha concedido en esta fiesta indulgencia plenaria a todos los fieles que participen, recibiendo la comunión y rezando por el Papa, confesándose en los días anteriores o posteriores, para que crezcamos en la misericordia a ejemplo de Jesús. El actual Papa Francisco ya desde su comienzo ha subrayado la misericordia divina como el gran atributo de Dios.
Este año 2015, en la Fiesta de la Divina Misericordia el Papa publicará la Bula para convocar al Año Jubilar de la Misericordia a iniciarse el 8 de diciembre, En ese documento el Papa indicará las modalidades para que todos los fieles puedan recibir las gracias y los frutos que el Espíritu derramará sobre la Iglesia en todo el mundo.