Por el Padre Shenan J. Boquet – presidente de Vida Humana Internacional
Publicado el 23 de diciembre del 2024.
“Qué precioso debe ser el hombre a los ojos del Creador, si ha obtenido un Redentor tan grande, y si Dios entregó a su Hijo único para que el hombre no perezca, sino que tenga vida eterna”.
Papa San Juan Pablo II, Redemptor Hominis, Nro. 10
La Navidad es la celebración del don más preciado de la vida: el nacimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. El Evangelio de San Juan expresa el motivo de nuestra celebración y por qué miles de millones de personas honran su nacimiento: “Porque tanto amó Dios al mundo que nos dio a su Hijo único, para que todo el que crea en EL no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3,16). Jesucristo es la prueba definitiva de que Dios se preocupa, dando a su Hijo único para nuestra salvación, derramando sin reservas su bondad, misericordia y amor.
El nacimiento de Jesús es una llamada apremiante a responder al gran amor de Dios por nosotros. “Si es verdad que Dios nos ha creado, que nos ha redimido, que nos ama tanto que ha entregado a su Hijo único por nosotros”, dice san Josemaría Escrivá, entonces “¿cómo podemos dudar de que Él quiere que le respondamos con todo nuestro amor?” (Amigos de Dios, 251). La historia de Jesús debe verse desde esta perspectiva. Éste es el corazón de Dios, que anhela nuestra amistad.
Por un momento, en Navidad, el mundo se detiene y ofrece algún reconocimiento del nacimiento de Jesús (servicios religiosos, festividades, luces y oropel), pero a menudo hace oídos sordos al mensaje central de Aquel que “vino para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10:10), quien “me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20).
Solo cuando se internaliza el verdadero significado de la Navidad (por qué Dios se hizo hombre) podemos comprender plenamente su poder transformador sobre nosotros y nuestra relación con los demás.
El amor de Navidad en el mundo.
“Como yo os he amado”, dice Jesús, “amaos también vosotros unos a otros” (Juan 13,34). Modelar el amor de Dios revelado en Cristo nos lleva a amar a los demás. “En esto conocerán todos que sois mis discípulos: si os amáis unos a otros” (Juan 13,35). Y este amor que se entrega tiene el poder de renovar todo corazón humano y vencer el mal, de renovar la faz de la tierra. Cuando está arraigado y establecido en el amor, tenemos el poder de Cristo.
La historia de Navidad nos desafía a rechazar una existencia desinteresada y egocéntrica y a realizar el amor verdadero, un amor que se da libremente y tiene el poder de vencer el mal. Y la raíz de este amor es el amor de Dios, y su fruto es el amor de Dios vivido plenamente en nuestra vida diaria.
Con demasiada frecuencia la sociedad moderna da la espalda a los más débiles y vulnerables. Y, al insensibilizarnos ante el valor incomparable e inmutable de la persona humana, la vida se devalúa, se trata como una cosa y se destruye en aras de la conveniencia. En medio de semejante desprecio y ceguera espiritual, el nacimiento de Cristo nos recuerda que la vida es sagrada, un don que hay que apreciar, proteger y celebrar. La Navidad nos llama a honrar y defender el milagro de la vida.
¡Vidas como la de Miklos son el mejor regalo de Navidad para sus padres adoptivos y para el mundo!
“La Navidad, dice el Papa san Juan Pablo II, revela el sentido pleno de todo nacimiento humano, y la alegría que acompaña al nacimiento del Mesías aparece, así como fundamento y cumplimiento de la alegría por cada niño que viene al mundo» (Evangelium vitae, Nro. 1).
La dignidad humana en la encarnación.
Gracias a la encarnación, este mensaje de la dignidad innata compartida por cada ser humano se eleva aún más por una nueva conciencia de cuán grande es el amor personal de Dios por cada ser humano y cuán elevado es el destino humano.
Al unirse a nosotros en su naturaleza humana, Dios revela que hay algo maravilloso en la persona humana. El despojarse de sí mismo, para asumir la naturaleza de su criatura, confirma de manera asombrosa cuán grande es la dignidad humana. En otras palabras, la historia de Jesús, comenzando con su encarnación y nacimiento, afirma rotundamente la inmensurable dignidad y valor de la persona humana. “Por vosotros Dios se hizo pobre siendo rico”, dice san Pablo, “para que vosotros os enriquecéis con su pobreza” (2 Corintios 8,9).
De todas las criaturas del mundo material, la persona humana es la única que lleva en sí la “imagen” de Dios, una semejanza que la hace capaz de ver a Dios cara a cara. La unión de Cristo con la naturaleza humana muestra también que toda persona humana está llamada a unirse con Dios, pues la persona humana es «la única criatura sobre la tierra que Dios ha amado por sí misma. Desde su concepción está destinada a la bienaventuranza eterna» (Catecismo de la Iglesia Católica, Nro. 1703).
“El hombre”, escribió el Papa San Juan Pablo II,
“...el hombre está llamado a una plenitud de vida que supera con mucho las dimensiones de su existencia terrena, porque consiste en participar de la vida misma de Dios. La altura de esta vocación sobrenatural revela la grandeza y el valor inestimable de la vida humana también en su fase temporal. La vida en el tiempo, de hecho, es la condición fundamental, el estadio inicial y parte integrante de todo el proceso unitario de la existencia humana”. (Evangelium Vitae, Nro. 2)
El bebé Gustavo, el milagro navideño de la vida que sigue siendo presenciado por Vida Humana Internacional todos los días.
Dado que cada persona irradia lo trascendente, nuestras respuestas y acciones respecto de la dignidad humana deben afirmar y reflejar esta profunda realidad.
Un encuentro con el amor.
En Su texto Fratelli Tutti, el Papa Francisco nos recuerda que “el mayor peligro es no amar” (Nro. 92).
La historia de Jesús define y da forma a la vida de los cristianos. “Nosotros amamos porque Él nos amó primero” (1 Juan 4,19). En respuesta a este don gratuito, el Santo Padre nos desafía a sentir el dolor del otro, a reconocer la necesidad del prójimo, a ser sensibles a las injusticias perpetradas contra la dignidad humana y a actuar por la justicia.
El relato de la infancia (Lucas 1,5-2,52) es una historia que no podría ser más evocadora y reafirmante de nuestra gran misión de defender a los más indefensos. Es un recordatorio eterno de que cada vida humana, por pequeña o vulnerable que sea, tiene un valor inconmensurable y un propósito divino. Ofrece una visión conmovedora de la santidad de la vida dentro del útero.
En la Visitación, María, llevando al Niño Jesús, “se apresura” a ayudar a su prima Isabel, que “también ha concebido un hijo en su vejez”. Este acto de amor muestra tanto la solidaridad como la preocupación que también nosotros debemos tener por las personas humanas.
María también va a Isabel porque el Hijo de Dios quiso santificar a Juan el Bautista en el seno de su madre. ¡Qué notable que la primera persona, aparte de María y José, en reconocer el gran don que venía al mundo sea un niño no nacido! Este encuentro se convierte no sólo en una ocasión de alegría sino también en una poderosa afirmación de la humanidad y dignidad inherentes a toda vida, nacida y no nacida.
Como dice el Papa San Juan Pablo II, “Cristo revela al hombre a sí mismo”. Cristo era Dios, pero también hombre. Y como el hombre perfecto, sin pecado, ha revelado las alturas de la dignidad para la que todo ser humano estaba destinado, y a la que está llamado.
El rechazo de la Navidad en la sociedad.
Lamentablemente, en la sociedad y la cultura modernas prevalece una mentalidad que ignora o rechaza el mensaje de la Navidad, un mensaje que tiene su raíz en la generosidad de Dios que viene a salvar a su pueblo. No logra ver el don de la salvación, la dignidad restaurada al hombre por Cristo y no reconoce el nivel más profundo de ser que derivamos de Dios y de nuestra relación con los demás.
En cambio, celebra la autonomía, la autodeterminación y el individualismo radical, un universo en el que ya no se encuentra ni se desea a Dios.
En este contexto, se puede ver cómo la vida humana puede ser fácilmente devaluada, perder su significado y propósito y ser fácilmente manipulada por los intereses de otros e ideologías. “El individualismo radical es un virus”, dice el Papa Francisco, “que es extremadamente difícil de eliminar, porque es astuto”.
Esta mentalidad “nos hace creer que todo consiste en dar rienda suelta a nuestras propias ambiciones”. Pero el Santo Padre desenmascara la mentira y rechaza esta falsificación de la libertad, afirmando que:
El individualismo no nos hace más libres, más iguales, más fraternos. La mera suma de intereses individuales no es capaz de generar un mundo mejor para toda la familia humana. Ni tampoco puede salvarnos de tantos males que hoy están cada vez más globalizados. (Fratelli Tutti, Nro. 105).
En el Niño Jesús somos sanados.
El remedio para este dilema se revela en la historia de Navidad, una historia de amor, misericordia, compasión y promoción de la dignidad humana. Cristo, al asumir la carne y la naturaleza humana, ha elevado permanentemente la existencia humana. Se encarna para comunicarse con nosotros. Y al convertirse en parte de la familia humana, Jesús, la Palabra hecha carne, se une a cada persona y establece un nuevo tipo de relación con Dios y con toda la humanidad. Incorporarse a esta nueva relación también significa que participamos de su propia vida, una vida de amor que se entrega a sí mismo.
“El aislamiento y el repliegue en los propios intereses”, dice el Papa Francisco, “nunca son el camino para restaurar la esperanza y generar renovación”. El remedio es “la cercanía; es la cultura del encuentro” (Fratelli Tutti, Nro. 30).
Esta es la maravillosa verdad contenida en la historia de Navidad. Oremos para que, en esta Navidad, tengamos la gracia de verla. De verla realmente. Y luego pongamos nuestras manos en el arado y respondamos al llamado de Cristo a predicar esta Buena Nueva a los cuatro puntos cardinales del mundo. Que esto y la defensa de la dignidad humana sean el punto de apoyo sobre el que se construya una nueva y deliberada “cultura del encuentro”.
https://www.hli.org/2024/12/human-dignity-in-christ-nativity/
Como presidente de Human Life International, el Padre Shenan J. Boquet es un destacado experto en el movimiento internacional provida y familia, habiendo viajado a casi 90 países en misiones provida durante la última década. El Padre Boquet trabaja con líderes provida y profamilia en 116 organizaciones que se asocian con Vida Humana Internacional para proclamar y promover el Evangelio de la Vida.
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